Un punto de partida...

>> viernes, 17 de abril de 2009

Nueva York, costa noreste de los Estados Unidos. Cualquier día en el futuro.

El invierno es particularmente crudo. Helados vientos barren las calles de la metrópoli. El hielo de las calles hace patinar a los automóviles y el desastre sucede. En varias partes de la ciudad se suscitan carambolas en las que están involucrados decenas de automóviles. El tránsito en toda la zona conurbada se paraliza. La policía, los servicios de remolcado, las compañías asegurados no se dan abasto. El tráfico impide que los controladores aéreos lleguen a tiempo a su relevo y los viejos equipos, cansados tras jornadas de 12 horas, de repente comenten un error. Dos enormes jets se desploman justo sobre las dos mayores plantas de generación de energía eléctrica. Queda demostrada la vulnerabilidad del sistema de abasto eléctrico con un apagón que abarca toda la costa noreste extendiéndose desde la capital, Washington, hasta las grandes ciudades canadienses francoparlantes. Los ocupantes del laboratorio espacial Skylab asombrados ven como una vasta zona que iluminaba el planeta oscuro literalmente se apaga frente a sus ojos en cuestión de segundos.

Los técnicos eléctricos se apuran para reparar el daño pero no pueden reconstruir rápidamente la capacidad de generación. El apagón se extiende durante días. Para calentarse, la gente comienza a hacer fuegos en las viviendas y oficinas para mantenerse caliente. Algunos edificios se incendian y no pueden ser apagados porque los bomberos no pueden llegar porque las calles están saturadas de automóviles dejados allí por sus dueños al no funcionar los semáforos. Se organizan equipos voluntarios para saquear a los comercios que tienen algo de comida. El frío causa estragos. Muchos de los voluntarios nunca regresan. Se mueren congelados en las aceras.

En el mundo, regido financieramente por los bancos de Wall Street y la bolsa de valores neoyorquina, se genera un caos bursátil de enormes magnitudes. El presidente de los Estados Unidos es evacuado de la Casa Blanca y se le traslada a la capital de California. Los miembros sobrevivientes de las cámaras deciden emitir una enmienda constitucional que traslada indefinidamente la capital del país a Sacramento.

En toda la costa noreste salen a la calle grupos de vándalos armados hasta los dientes que comienzan a apropiarse de todo lo que les sea de utilidad. La gente no armada se encierra en sus casas y departamentos atrancando las puertas con todo lo que encuentran a la mano. Muchos de ellos, al no tener comida y al dejar de funcionar el suministro de agua potable mueren miserablemente.

Después de semanas, el clima por fin mejora. Los cadáveres congelados, comienzan a descomponerse y por todos lados surgen brotes epidémicos que diezman más a la población. Los más fuertes emprenden una migración a lugares donde han escuchado que las cosas todavía funcionan. La mayoría lo hace caminando. Unos pocos que vivían en los suburbios logran salir hacia las carreteras con sus autos abarrotados de pertenencias.

En cuestión de meses, una zona en la que vivían cerca de 50 millones de personas, se convierte en territorio prácticamente abandonado. Los pocos que deciden quedarse se apropian de las mejores casas, defienden lo que tienen con las armas y ni siquiera el ejército que ha tomado el comando en la zona logra restablecer el orden.

El mundo jamás volverá a ser el mismo…

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El escenario descrito quizá se antoje como exagerado. En realidad las circunstancias que lo susciten son poco relevantes. Las posibilidades y variantes que pueden detonarlo son muchas. Desde un escenario climático como el descrito en la película “El día después de mañana”, hasta llegar a lo arriba descrito.

La vulnerabilidad de la capital actual del mundo, la zona de la costa noreste de los Estados Unidos ha sido descrita en miles de páginas y preocupa a más de un experto en la materia. Nuevamente hay que señalar que solo es cuestión de tiempo de que algo suceda. Las políticas actuales no están haciendo nada para prevenirlo, simplemente buscan las formas más adecuadas para mantener el sistema de tal manera que no colapse. No existen planes ni en el corto, ni en el mediano plazo para solucionar las vulnerabilidades, sobre todo eléctrico-tecnológicas de la región… Ningún político está dispuesto a ponerse esa camisa de once varas. Simplemente no sería electo.

En realidad no quiero llevar mi reflexión por los senderos de la especulación. Quiero enfocar mi atención hacia los resultados. Mi ejercicio gira en torno a la pregunta:

¿Cómo se podría dar una reorganización mundial ante la ausencia súbita del poder imperial que en estos momentos mantiene al mundo ordenado?

De forma muy somera se puede señalar que se han propuesto dos vertientes que describen diferentes escenarios.

El primero se refiere al surgimiento de un gobierno tiránico mundial controlado por aquellos que son propietarios de los grandes capitales del mundo. Las grandes corporaciones mundiales formarían una alianza en la que unificarían todos sus recursos para hacerse del control del mundo. Sus policías corporativas serían adiestradas dentro de ese marco y se convertirían en la policía del mundo, quizá bajo los auspicios de una ONU con poderes nuevos e ilimitados. Se trataría quizá de mantener alguna farsa democrática, algún parlamento mundial cuyos miembros serían electos en todo el mundo pero con un control férreo sobre las ideologías de los partidos políticos que tendrían la oportunidad de presentar candidatos. Por el otro lado, se puede pensar en otras formas de legitimación. La teoría que manejan los partidarios de la conspiración se apega a este resultado. Se sacaría a la luz una legitimidad antigua y milenaria. Un candidato viable para encabezar un gobierno mundial de este tipo sería el actual príncipe Guillermo de Gran Bretaña. Su legitimidad se demostraría con el discurso griálico llevando su linaje incluso hasta el antiguo Egipto. (una profundización sobre este tema la encuentras aquí)

El segundo, descrito magistralmente por Umberto Eco, en “Über Gott und die Welt”, es el modelo feudal monástico. En él aflorarían por todas partes núcleos de organización regional y regional urbana organizados en torno a personajes locales que tienen la capacidad de controlar su entorno inmediato gracias a instituciones del pasado más o menos funcionales todavía existentes como policías, milicias locales, incluso núcleos de poder democráticamente electos. Paralelamente conocimiento del pasado sería custodiado, analizado y re-aplicado por grupos conformados en torno al modelo monástico medieval que cobrarían una relevancia suprema para restaurar la vida humana hacia un nivel más o menos semejante al imperante antes del desastre. La reflexión de Eco gira claramente en torno al rescate de la experiencia medieval europea y de una evaluación socio política del periodo que comprendió el ocaso del Imperio Romano. (una profundización sobre este tema la encuentras aquí.)

Ambos escenarios de alguna forma coherentes con lo actualmente existente y con la herencia histórica humana, tienen como elemento común el asentar una incapacidad humana para cambiar profunda y radicalmente en el caso de enfrentarse a una situación extrema.

Uno de mis propósitos en esta obra es describir un escenario diferente y que se me antoja mucho más optimista. Ese escenario es justamente el anarquismo místico y hay muchos capítulos por delante en los que intentaré describir sus implicaciones, formas específicas y sus dimes y diretes…

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